jueves, 15 de mayo de 2008

Polaroid de Letras 6

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“Todo salto al vacío duele más en el borde que en el fondo del pozo”, escribí algún viernes del año pasado cuando “Los textos de los viernes” no tenían fecha de vencimiento.

En muchas ocasiones se hace imperioso hacer la experiencia de enfrentarse al minotauro, sabiendo que no tenemos el hilo de Ariadna capaz de sacarnos del laberinto.

Ante todo sabernos capaces de develar el enigma y así acabar con el miedo a ciertos “entes” cosas o situaciones.

Generalmente estos miedos son mas una construcción intelectual perfectamente armada por nuestra mente (inconsciente/subconsciente, quien sabe, pregúntenle a Freud), lejos a veces del mundo real o físico.

En ocasiones no medir las consecuencias, es el combustible exacto que necesitamos para dar un verdadero salto cualitativo o cuantitativo.
Marcar un delta que se despegue de la meseta que en muchas ocasiones es casi un valle.

Somos en general minuciosamente pre-deterministas.
Medimos con un calibre de precisión cada paso a dar, sin embargo quizás cuando más preocupados por determinar al milímetro los pasos nos atropella del flanco que menos esperábamos un tren de carga, y todos nuestros cálculos fueron desechos, imprecisos, por no decir estúpidos.

Cada acto esconde intenciones y en la medida que no sinceremos las intenciones, fallaremos en la ejecución de los actos. Esto llevara sin duda a frustrarnos por haber fallado en el “acto”, cuando en realidad no fuimos sinceros con nuestro motor de acción.

Ser “adultos morales” es hacernos cargo de nuestros verdaderos deseos, luego vendrá la evaluación de las consecuencias, y la necesidad o no de los actos.
Pero sin duda, el daño de frustrar nuestros verdaderos deseos nos hace estragos en el “carozo ontológico” como me dijo una vez una psicóloga.

La tarea es disfrutar del durazno, sabiendo de antemano, que en un determinado mordiscón, rozaremos el carozo, y ahí la sensación de escalofrío.
No pasa nada, solo es haber llegado con nuestro deseo a lo más hondo de nuestro ser. Grata sensación diría, poder/saber llegar hasta lo mas hondo de nosotros sin miedo.
El miedo paraliza, y eso nos hace actuar torpemente sin ningún tipo de disfrute de ningún deseo.

A disfrutar de los hondos deseos, “Aun de los inconfesables” diría un gran amigo.
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