jueves, 11 de septiembre de 2008

Polaroid de Letras 22

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Es sábado a la mañana y el día esta muy nublado, preparo un café.

A esta hora de la mañana todo tiene olor a víspera.

Sentir absurdamente la sensación de estar frente a la primer mañana del mundo, como si fuéramos capaces de ver nacer el Tiempo.

Estoy intentando leer “Poesía completa” de Dylan Thomas que me regalo Leo hace un mes, y a pesar que me gusta mucho, me cuesta horrores.

Todo es motivo de distracción. Abro la cortina.

El patio esta nevado de pelusas del plátano que esta en la vereda.

Como si el árbol estuviera deshilachando una manta que lo abrigo del frío todo este tiempo.

Todo parece alfombrado, apenas se ve la desgastada y desprolija laja San Luís que nunca logramos cambiar.

Mis ojos se estancan a ver como llueve sin agua.

Lentamente, con una cadencia de siesta se desploman infinitas hebras de peluche.

Caen mansamente como si desearan demorar el contacto con el suelo.

Sin proponérselo, marcan el tiempo cansinamente, invitándome a perderme en esas caídas libres.

Toda esta filigrana de oro anuncia el fin del invierno.

Hace dos año que murió mi abuelo, y parece llorar brizna.



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