jueves, 18 de septiembre de 2008

Polaroid de Letras 23

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Como a merced de un dios sin mucho oficio, me sumergí ilusoriamente en un confuso ámbito que no permitía distinguir más que siluetas.

Habíamos acordado jugar a encontrarnos, hacer como los perros, olernos el alma a la distancia.

La oscuridad nos invito a jugar a un Pan y Queso con los ojos, y sin dejarme de decir el quinto Queso, estallaron las migas de tu risa por todas mis manos.

Tenías el pelo de pana negra, y tu cara quedaba flotando seductora en el aire.


Antes de que dieran las doce, corrimos a refugiarnos a una caverna sin techo, pues no queríamos ver como a las falsas caras felices, se les pasaba el efecto de las brujas sintéticas.


Era noche de rito, sin fecha, hoy sin proponérnoslos queríamos refundar la escritura.

Comenzaste siendo una planta carnívora, temblando de pánico, fui hambre de tu gula.
De repente el silencio y seguido tembló la tierra de una punta a la otra del yermo. Volcán con lava de acero, te volviste árbol, de ramas en celo.


La ceremonia giraba necesitando de cantos sagrados, puse The Pixies, duendes traviesos del mundo interior de quien sabe que concha sagrada. Sonaban asfixiando el aire y las voz de Black Francis, desgarrada repetía como una jaculatoria “Where is my mind” (http://www.goear.com/listen.php?v=56a30da)


Como en el principio del silencio, ofreciste tu pulpa de árbol nuevo, para ser la hoja del primer libro del deseo.

Revise tu cartera, encontré tu Revlon, color “Fire & Ice”, un “útil de escritura” perfecto.


Mientras repetías "palabras profanas en tu boca pura", me pediste que me convirtiera en taquígrafo de tu deseo.

Escribí porque me lo pediste

Escribí por que me seducía la tersura y blancura del “papel”.

Escribí en cada rincón de tu cuerpo, en letras grandes, en letras chicas, la palabra PUTA mil veces.


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