viernes, 19 de diciembre de 2008

Polaroid de letras 35

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Somos inmigrantes, o por lo menos algunos tenemos esa sensación.
Certeza de ser un emigrado absoluto, sin ninguna certidumbre de donde venimos.

Lejos pero quien sabe de donde.
Cual es el origen? Donde esta nuestra patria?

Es una convicción interna de saberse desterrados.
En realidad durante toda la vida tenemos la sensación o la convicción interna de sabernos expatriados.

Sabemos que no somos de aquí, el problema esta que no logramos descubrir de que lugar somos originarios.
Es una nostalgia que se aparece cuando por las casualidades o causalidades de la vida nos topamos con un inmigrante de nuestra misma patria.
La extrañeza se hace de una hondura mayúscula ya que ninguno de los dos sabemos donde queda nuestro país de origen pero tenemos certeza que es el mismo.

Es ahí cuando nos sentimos inmigrantes conscientes.
El re-encuentro con un coterráneo nos hace saber que en algún tiempo/espacio de ese país partimos.

Como habrá sido ese viaje?
Que fue lo que nos empujo a dejarlo?
Volveremos?
Cual será el motivo que nos condenó a ser inmigrantes sin memoria?

Nada recordamos de aquel lugar.
Nada aparece nunca, solo la sensación de que en algún lugar existe, pero jamás podremos volver.

Como explicar la necesidad del rito del arte?
De que modo se despierta la sed que se hace inabarcable?

Instintivamente las cataratas de ofrendas se nos revelan, y el pincel, el cincel, la lapicera, las notas, hacen de nuestra persona una maquina de sobrevivir a fuerza de crear.

En el momento donde la mirada se nubla, cuando las manos no alcanzan a escribir la voz que nos dicta. Es ahí, solo en esos pocos pero hondos momentos, donde sentimos la sensación de estar “en casa”.

Quizás solo sean esas las únicas referencias a aquel lugar.

Quizás íntimamente, sabemos que como decía el Dr. Pascale, “hay otro mundos, pero están todos en este”.

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