lunes, 22 de diciembre de 2008

Polaroid de Letras 36

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Sin saber si dos veredas van o vienen, nos invitamos a vagabundear ajenos a una realidad que nos tendrá.
Perdidos en nuestros ojos, decidimos navegarnos las almas.
Vos vestida de un azul anochecido venias a desenfundar tus armas de verdades lejanas, desvanecidas.

Estabas rara, agobiada por las burbujas de este hastío que la ciudad de los buenos aires te daba.

Mis ojos sin brillo se empeñaron en citarte para decirte que se hace pasado el olvido de tu rostro.

Donde era todo, decidimos dejar nada, donde habíamos construidos un mundo enorme con la dignidad de la maldad, decidimos que se muera el sueño, para que nunca nos nazca la cotidiana perdida de nosotros.

En el cartel que habíamos escrito para siempre hace años, hoy escribimos, “nunca jamás”.

Tu mirada se veía herida de pesar por el amor sin puente, añorando lo que nunca jamás sucederá.
Tu mirada de ojos verdes, tornasol de las oscuras gárgolas de la Iglesia de San Agustín.

Emborrachados de odio, nos bebimos todos los licores de los tipa y jacaranda que esta puta ciudad nos regala impúdicamente bella.

A los tumbos de una rayuela exquisita de desvaríos, donde no había escritos números sino letras y en lugar del sol una luna descangallada se reía.

El pelo de tu noche, noche de tu pelo negro, profundo, casi invisible.

Hay un adiós en el vino de tu baba buena, suave terciopelo de este adiós de mareados insultos que nos dijimos a carcajadas, mientras la gente nos miraba asustada.

Estúpidos espectadores de un duelo de titanes de la tristeza.

Av. Pueyrredón y Las Heras, se veía exultante de hemorragias azules y verdes.

Desinhibidos a base de uvas secas fermentadas por la luz del sol, nos sentíamos capaces de atrevernos a todo, y la paradoja era que habíamos decidido no atrevernos a nada.

Trinidad de una religión que inventamos solo para esta noche, recordando todas las sendas que tomamos, e incrédulos de las nuevas sendas que tomaremos.

Tomar, bebernos todo los ungüentos que las frutas del mundo son capaces de dar, intentando desdibujarnos el alma. Bebernos para nos vernos mas. . .

Rezo de esta lluvia de néctares amargos, curadores de heridas, vendas de pañuelos de seda de tu cuello eterno, interminable.

Pocas cuadras faltan para este chau para siempre, y grito despellejado, esta curda absurda, fugaz, que nos une para separarnos de la manera que menos duele.

Entraste en el pasado cuando la puerta de tu edificio se cerro, indiferente a esta noche traicionera de los destinos.

Me fui cantando despacito, como musitando del modo que podía un tango caustico:

Rara..
Como encendida
te hallé bebiendo
linda y fatal...
Bebías
y en el fragor del champán,
loca, reías por no llorar...
Pena
Me dio encontrarte
pues al mirarte
yo vi brillar
tus ojos
con un eléctrico ardor,
tus bellos ojos que tanto adoré...

Esta noche, amiga mía,
el alcohol nos ha embriagado...
¡Qué importa que se rían
y nos llamen los mareados!
Cada cual tiene sus penas
y nosotros las tenemos...
Esta noche beberemos
porque ya no volveremos
a vernos más...

Hoy vas a entrar en mi pasado,
en el pasado de mi vida...
Tres cosas lleva mi alma herida:
amor... pesar... dolor...
Hoy vas a entrar en mi pasado
y hoy nuevas sendas tomaremos...
¡Qué grande ha sido nuestro amor!...
Y, sin embargo, ¡ay!,
mirá lo que quedó...

(Los Mareados escuchar: http://www.goear.com/listen.php?v=912d2d8)

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