viernes, 15 de agosto de 2008

Polaroid de Letras 18

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Me desperté ausente, con la imposibilidad de detallar mi sueño. Como una película velada, hice lo imposible los primeros 30 segundos en que abrí los ojos para fijar en mi mente algunos puntos álgidos de mi sueño.
De ese modo buscaba tener algunas notas mentales para después con tranquilidad construir la historia.
Evidentemente como todo sueño, no hay una linealidad narrativa, pero había una musicalidad en la cadencia de la sucesión de imágenes que me conmovió el carozo ontológico.

Logré decir casi como un titulo para mi corto hipnótico:

-Soñar con agua.

De hecho no había sido la primera vez, y seguramente no sería la última, pero en esta ocasión ocurrió algo que lo distinguía por su exquisita combinación de imágenes.

El viento no es visto, solo se ve en los otros, Es en los Otros.
Las hojas son evidencia del viento, haciendo parapente desde los árboles desgajados de otoño.
Esa fe ciega en dejarse llevar sin vértigo al destino, las hace de una humilde confianza.
El viento, señor de la cadencia, no las arrastra, las conduce.

Pero como cada otoño las hojas son nuevas hojas, la confianza en el viento no se guarda en la memoria del árbol, por lo cual, no quieren soltarse y dejarse conducir al lugar de apoyo mas próximo, para que de ese modo, yacer en la quietud marrón de su ocaso.

Algunas tienen la suerte de ser anunciadoras de lluvias antes de caer bailando a su finitud.
Las nubes hacen pogo en el cielo desesperadas, avisándonos que el agua viene a bautizarnos la tarde.

Dicen que las hojas que pasan por esta experiencia, van al cielo de las hojas amarillas, algo así como un jardín de oro, donde viven dos viejitas que hacen mantas para proteger a los Ángeles que se han jubilado, y así resguardarse de los crudos inviernos del paraíso.

Así empezó todo el sueño, con un frenético mantra de movimiento de las hojas, luego comenzaban a desprenderse y caían desesperadas, gritando de pánico.
El viento estaba como furioso, agitado, como si alguien estuviera persiguiéndolo, y él apenas podía escapar haciéndose cada vez mas veloz, mas desbastador.

La lluvia empezaba a caer, con una furia inconmensurable. Todo era una pelea de mucho odio.
Perplejo, miraba como detrás de un espejo esmerilado por la cortina de lluvia.

De pronto vi que la lluvia comenzaba a girar, y cada vez más, hasta ponerse horizontal.

Parecía una infinita hoja a rayas, como las que usaba en mis cuadernos Rivadavia forrados con papel araña azul cuando iba a la escuela Nº4 “Remedios de Escalada de San Martín” en Valentín Alsina.

Sin pensarlo, levante mi mano derecha, que estaba mojada como todo mi cuerpo, y con mi dedo índice escribí:

- YO . . .NO . . .QUIERO . . .SER . . .GRANDE.


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